domingo, 2 de mayo de 2010

Lesbiatan


Entrando al salón de clases, me detengo frente una banca, que esta pintada diferente al resto. Vacio el salón, siento una extraña preocupación. Me pregunto someramente -¿Por qué tendrá color diferente?-.


Empiezan a llegar mis compañeros descontroladamente y evitando quedarme sin puesto, tomo asiento en aquella banca, olvidando la absurda preocupación.


Después de acomodar mis cuadernos e instalarme. Siento cuarenta y siete miradas furtivas. Me empiezo a sentir extraño, mientras al aula, entra mi delicado profesor.


Me queda mirando como entusiasmado, y me dice: – ¡buenos días señorita!-.

Yo, totalmente confundido y consumándome en furia, dispuesto arremeter contra el catedrático. Siento como me cuelgan, dos hermosos senos del pecho, un lacio mechón que cae por mi hombro y un lindo vestido púrpura, me adorna la figura.


Titubeo en la sorpresa, por mi extraña mutación; luego, resignado recuerdo, que ayer me sucedió lo mismo.

miércoles, 14 de abril de 2010

Vaso con agua


Tenía las piernas encogidas como en posición fetal, la nariz me ardía y apenas podía ver a mí alrededor. Todo blanco, todo blanco…


Hace un par de minutos tenia la impresión de tener todo bajo control, pero no la había visto llegar, se sentó justo frente a mi mesa y ni tiempo para huir tuve. Ella tenía la mirada conflagrante y el rostro tieso como de mármol, y entonces me pregunto, ¿Qué esta haciendo aquí, señor Izquierdo? A lo que respondí dubitativo. – Esperando que termine la hora de almuerzo- ella me miro fríamente y dijo. La hora de almuerzo termino hace dos horas señor izquierdo, debería estar en la oficina. Y yo, estúpidamente balbucee una frase sin forma, ni contenido. Luego le di varias explicaciones falsas, hasta que decidí quedarme mudo por completo.


Al instante vi todo blanco… todo blanco… sentía el cuerpo encogido, apretado y remojado en agua, para lo cual, solo escuche de ella decir: ¡tranquilo señor Izquierdo, usted se ahoga en un vaso de agua!

lunes, 12 de abril de 2010

Quimera

Ya son más de veinte años los que lleva esperando que le compre ese mueble. El espacio lleva tanto tiempo reservado en la sala, y como por una coincidencia inexplicable, el mueble sigue siendo exhibido en la vitrina del local de los chinos. 

Para Lorena, la presión y anhelo que sentía cada vez que pasaba por el local era agobiante, la invadía una rabia rechina dientes y la impotencia la tenia harta. Su marido ya se conocía de memoria esa expresión en la fisonomía de Lorena. La mandíbula rígida y bien apretados los dientes, los parpados a medio cerrar y viendo a todas partes y a la vez a ningún lado, todo esto acompañado de una espalda bien endereza, tirando los hombros hacia atrás. Ya hierática entraba a la cocina, pero antes de reojo miraba la esquinita vacía. 

Yo no esperaba más que un "buenos días" y que se apresure en servirme algo de comer para salir a trabajar. 

Lorena era una mujer muy buena, hacendosa, cariñosa y sobre todo muy solidaria. Por ese peculiar rasgo de su personalidad es que yo estaba en su casa pasando una temporada que he bautizado como “mi periodo de explotación forzosa”, por ponerle algún nombre durante las juergas con amigos. Y así me ganaba la vida, lavando autos lejos de mi hogar, pero cerca de Lorena.

La relación que yo mantenía con su marido era muy escasa. A mi parecer, el sentía celos de que yo esté viviendo en su casa, aunque sabia con mucha certeza que yo pasaba todo el día en la calle, y solo llegaba para dormir. Y digo mucha “certeza” porque Lorena me conto en alguna ocasión que su marido la llamaba del trabajo a la casa a preguntar por cualquier tontería. La imaginación de aquel hombre me ofendía, yo sería incapaz de tener algo con Lorena, siendo ella mi tía o prima o algo así, lejana.

Una noche llegue mas tarde de lo habitual, había salido con una amiga a tomar un café y dar un paseo por el malecón y cuando llegue a la casa, entre a mi aposento agachándome para no golpearme la cabeza, cuando se duerme debajo de una escalera hay que ser muy cauteloso con la cabeza. Pero con todo, dormía cómodamente. Lorena me tendía ese colchón improvisado a diario. Y para mí no había nada mejor como dormir en casa ajena, porque mi hogar ni que hablar. 

Me recosté de lado y me llego un zumbido a través de las paredes, había recorrido toda la habitación de los esposos, bajado por la escalera y se concentro justo en mi “habitación”. Para que haya tenido fuerza el sonido es porque se trataba de una discusión. Entonces algo conspiro con mi cuerpo, imprimió fuerza a mis músculos y me hicieron salir a la sala. Sentado ahí, escuche como Lorena reclamaba por su mueble de la esquina. Me parecía tan absurdo que esa mujer tan tranquila, tan serena, tan sencilla, este reclamándole así a su marido por un mueble de sala, y que sea suficiente motivo para una pelea o discusión (como según les suene lo más apropiado).

Desde ese día estuve tres días descifrando una frase que el ogro de su marido le había dicho en la pelea. Y de tanto rebuscarle sentido, me convencí de que él había dicho -para que quieres ese aparato sin forma-. Mi conclusión fue acertada, días después Lorena llego en la mañana con la misma expresión de palo y adivine desde mi ubicación en la cocina, un desaire de su marido, y escuche con claridad como dijo -otra vez con lo mismo, ya vuelve viendo esos palos mal armados-. La intriga me abrazo por completo. Pensé como un mueble puede no tener forma y como una mujer podría desear con tanta pasión un mueble que está literalmente mal armado. Hasta que en mi errónea razón descubrí el agua hervida. Ah, ya lo había entendido, yo tan estúpido razonando las palabras de ese animal del marido de Lorena. Pero si era tan lógico, el tipo lo decía solo, por no comprarle el deseado mueble, por tenerla engañada, por meter algún pretexto. Ba! yo idealizando tonterías e imaginando un mueble sin forma.

El día de los muertos fue totalmente aburrido para mí. Me la pase paseando por la cuidad con solo cigarrillos en el bolsillo, parecía una chimenea. No tenía a nadie a quien llamar para pasarla un rato y no iba a la casa porque prefería no incomodar a la familia, aunque sabía que Lorena me esperaba. De tanto caminar pensé en visitar ese local de los chinos para ver el mueble de Lorena. 

Mientras caminaba, una pequeña risita que trataba de disimular, me molestaba en la cara y no era para menos, durante el camino soñaba con comprarle el bendito mueble a Lorena antes de partir nuevamente a mi hogar. Ya en algún momento me tendría que ir y hacer una vida, no iba a vivir de Lorena y su marido y dormir toda la vida debajo de una escalera. 

Cuando llegue al local, busque entre las vitrinas el mueble y fue fácil de encontrarlo. Aun no logro entender como las palabras del marido de Lorena pudieron ser tan precisas para describir ese objeto. Tengo que decir objeto, porque no logro aun encontrarle un nombre o una forma. Parece un mueble o al menos creo que se lo vende así, ya que Lorena guardaba un espacio en la sala para él. 

La tienda estaba ubicada en un lugar poco concurrido de la cuidad. La gente que pasaba no miraba nunca la vitrina. Mientras miraba la cosa esa, se me acerco una mujer, agacho la cabeza y con los dedos en los lentes, miro el objeto, hizo un murmullo y como que si no le intereso siguió su camino. 

Me sorprendió tanto que aquella mujer no mostrara asombro ante tal cosa. Bueno no Intentare describir tal objeto porque no sé si la razón humana sea capaz de organizar formas jamás vistas por el ojo humano. Describirlas seria escarbar en el mundo de lo realmente real, cosa que es desconocida para nosotros. Mi conciencia intentaba darle forma al objeto, pero al parecer yo estaba viendo a ese objeto en su esencia pura. No podría describirla, porque si les diría, es un círculo con un rectángulo y un heptágono lógicamente podrían formarse la imagen, porque los tres elementos son conocidos, pero esta cosa tenía unas formas y dimensiones que no entraban dentro de la lógica. 

El color de esa cosa, era…, más bien creo que no existe tal color. Sé que los colores en la naturaleza no están ahí como tal, sino que nuestro ojo y mente asimilan la luz que se refleja sobre las superficies. 

Pero ¿cómo podía existir tal objeto? ¿Cómo es posible que esté ante mí una cosa tan peculiar? ¿Cómo no pude darle tanta importancia a los reclamos de Lorena a su marido? Ahora entiendo la desesperación de Lorena, ella no era una mujer tan común como yo hasta entonces había supuesto. Deseaba algo realmente valioso.

De mi expectación no reparé que la tienda la estaban cerrando. Y cuando sacudí la cabeza para escapar de mi conmoción, la chinita de la tienda ya estaba sacando la llave del último candado. Me acerque a ella para preguntarle algo de aquella cosa, pero se asusto y me dijo en su idioma que no hablaba español y se marcho rápidamente dando pequeños pasitos.

Cuando llegue a la casa, abrí la puerta con mucha cautela para no despertar al ogro ni a los niños. Pero por dentro deseando hablar con Lorena inmediatamente, necesitaba decirle que había visto “el mueble” y que estaba casi, casi igual de enamorado que ella. Pero la encontré a Lorena ya subiendo las escaleras, con los ojos hinchados de sueño. Y solo le dije –Lorena vi el mueble que tanto quieres, de verdad es hermoso-. El –es hermoso- me sonó un poco dubitativo. A lo que ella respondió -Es algo que he querido por más de veinte años y mi marido nunca me lo ha dado- sonaron con mucha pena sus palabras. Mientras subía las escaleras. Y yo me quede mirándola.

La verdad al día siguiente no tuve tiempo para ir a la tienda a ver el objeto y preguntar por él. En realidad no tuve tiempo hasta el final de mi temporada. Necesitaba saber que era, para que servía, cuanto costaba, talvez esa era la razón de porque el marido nunca se lo quería comprar y lo mismo de porque tenía tantos años en exhibición.

La temporada la trabaje como un verdadero esclavo. El ultimo día de trabajo fue el ultimo día que estaba en la ciudad pero necesitaba viajar de tarde, cuando aun haya luz, así que me salí del trabajo temprano sin impórtame ya nada. Tenía rondando en la cabeza la clara intención de ir a preguntar por el objeto, no regresaría a mi hogar sin sacarme la duda que me ahorcaba. Cuando llegue a la tienda, ahí estaba esa cosa, con su inexplicable forma y su hipnotizante presencia o ausencia, no lo sé.

Entre a la tienda y el lugar ciertamente era una típica tienda de artículos de oriente. Tenían fundas de té, espirales para los mosquitos, trampas para ratones, hierbas medicinales, etc. etc. La chinita que hace días corrió ante mi presencia sospechosa, me atendió. Sin reparar en introducciones, ni en saludos, le pregunte –¿Que es eso que esta en la vitrina?- la respuesta me sorprendió mas de lo que me había sorprendido el objeto.

–Es una quimera- me dijo en un español natural.

-¿Como una quimera?-

-Sí, también es lo que usted más desee-

-Explíqueme!- le dije exaltándome y con los ojos como enfureciéndose gradualmente.

-No lo sé, solo me dijelon que diga eso si plegunta alguien- me dijo con un poco de recelo y miedo.

Di una fuerte exhalación, y salí de la tienda para la casa de Lorena a toda prisa. Tenía que despedirme de la familia, coger mis cuatro cosas y también contarles que esa chinita me había tomado el pelo, o al menos me había dejado muy confundido con su “explicación”. 

Cuando llegue a la casa Lorena estaba con una dulce sonrisa esperándome, los niños salieron tras ella. Haber ido a la tienda me había cortado el tiempo y mi bus salía en menos de una hora, y hasta llegar a la parada, me tomaría más tiempo, tenía que apresurarme. 

Lorena me pregunto porque llegue tarde, y mientras yo intente rehuir de contarle la historia de que había ido a la tienda a ver su “mueble”, porque en ese momento me sentí ya avergonzado de que no se lo pude comprar, y quede furioso de la ignominia que me hizo pasar la china, ni el precio había preguntado. 

Solo le dije –había mucho transito- ya saliendo de la casa, abrase a los niños, le di un fuerte apretón de manos al marido, el solo lo acompaño de un gesto con la cabeza, como aliviado. 

Y luego me despedí de Lorena con un abrazo que me hizo temblar un poco el cuerpo, quizá en el subconsciente la amaba, o yo que sé, pero algo nos identificaba.

Cogí mi maleta y cuando ya partía, me voltie y como si Lorena entendió que solo quería hablar con ella se acerco hasta mi y le pregunte. -¿Qué es lo que más deseabas en la vida? Ella sorprendida me miro. Pero dentro de sus ojos entendía ya de que yo hablaba. Me dijo -llenar todos mis espacios- la mire detenidamente y le dije monotonamente.- ¿Es algo que has querido por más de veinte años y tu marido nunca te lo ha dado? y enseguida pregunte con angustia ¿Cómo puedes vivir así?-

Y a lo que respondió. -todavía guardo el espacio-.

viernes, 9 de abril de 2010

Desocupado


Ya sin nada que hacer en la oficina, me pongo a manipular el saca grapas; no obstante, la perforadora, que es roja como el saca grapas, se mantiene quieta en el escritorio, solo presionada por la madre gravedad.

Divago con algunas ideas, bamboleo el pie despreocupadamente, aunque atento a las urgencias de mi jefe, me relajo como un bañista de verano.

Luego sin percatarme, una punzada metálica me atraviesa la piel de un dedo, el méndigo saca grapas, me ha herido, aunque no ha sido intencional, ni de mi parte, ni de la suya. Pero presiento que la perforadora tiene algo entre manos, o al menos, entre ese par de dientes perforadores y no es papel.

Pero como ya es costumbre mía, adelantarme a algunos acontecimientos, no me preocupo, porque tengo preparada una estrategia. La he trasmitido disimuladamente al saca grapas y al parecer he sido muy explicito, tengo de mi parte a este pequeño, mucho mas ágil y fatal; en cuanto aviste la primera malediciente intención, ejecutare la estrategia.

Con el rabillo del ojo, un movimiento leve, casi imperceptible, me viene de la roja perforadora, y cuando estoy listo a actuar; una boca de cuatro dientes, se me arroja contra el rostro. Luego, un grito desconcertado me nombra, es mi jefe, viéndome con consternación, mientras sostengo el saca grapas, frente a mis narices. Sonrió gentilmente, viéndome totalmente desocupado.


El llanto


Desde la noche anterior el sonido ya estorba en mis orejas, ese susurro chillón y agudo martirizaba mis delicados tímpanos. Esa noche estaba preparándome psicológicamente en mi acostumbrada sesión personal de sonidos imaginarios. Una costumbre que se la plagie a mi profesor de piano que en su leve sordera había desarrollado muy bien esa practica con la finalidad de no olvidar las composiciones que tocaba, pues yo me esforzaba todas las noches por alcanzar tal grado de concentración. Pero el maldito sonido se agudizaba, subía de nivel constantemente. De pronto mi enojo se apaciguo, detuve mi ejercicio mental y preste atención al molestoso ruido. Era el llanto de un bebe según mi deducción, la confianza que tenía en mi especializado oído no podía engañarme. El sonido carcomido, re-pausado y a veces gutural me encrispo el cuerpo. Pensé- alguna madre descuidada del piso de abajo- con tal, nunca me intereso conocer esa gente del edificio, mi misantropía nunca se volvió asesina por que admiraba al ser humano en lo único que me gustaba “la música”, del resto el hombre seguiría siendo un primate territorial, mezquino y cobarde. Me incluyo a este comentario, pero por eso he dedicado mi vida a las satisfacciones de la música con tal de alejarme en lo posible de esta absurda naturaleza humana.
Quince minutos después sentado en mi mecedora me di cuenta que estaba mirando al vacio y con mis manos en una posición enfermiza sin que un pensamiento se cruzara por entre mis neuronas. Luego, Sacudí mi cabeza, fruncí el seño, y camine para mi diminuta cocina y me serví un vaso con agua del caño. Mirando medio irritado por la ventanilla de la cocina vi a una joven cruzar desesperadamente la calle, entro a mi edificio y en cuestión de segundos el maldito llanto se detuvo.
Al día siguiente toque en el bar “fhulior” el publico muy inculto del día sábado que siempre asiste con sus parejas sin la predisposición de apreciar realmente la música, no callo en cuenta de los minúsculos errores que tuve esa noche con mi piano. Llegue a casa con ganas de destruir todo, mis cejas no se querían separar del centro de mi frente y quería expulsar azufre en la cara de aquel niño llorón del piso de abajo.
De pronto vuelve el llanto, ya no tenia que hacer mi ritual de concentración, pero odiaba al niño.
Me senté a esperar que termine de llorar, quise prender el televisor pero recordé que era sábado y que la televisión basura en este día no perdona ningún canal. De pronto el sonido en sus subidas y bajadas, en sus cóncavos niveles, en sus ásperos gruñidos, en sus graves y agudos tenían una belleza muy singular, separe el sonido de los gritos del sonido de las aspiraciones de aire, el sonido de la garganta, del de la nariz, y me sentía fascinado. De repente me vi acostado en el suelo con el oído bien pegado al piso y mis parpados latían incesantemente junto como mi mirada apuntando a la nada.
Escuche que abrieron la puerta principal del edificio luego de unos segundos el llanto cedió lugar al silencio.
Una espectacular noticia del periódico. En una parte céntrica de la cuidad un hombre había secuestrado a un niño y lo había metido en la caja de su piano, no se habían encontraron ningún tipo de droga y el hombre estaba totalmente lucido, su actitud era un tanto despótica, pero colaboro con los oficiales que lo detuvieron.
Nunca olvidare la hermosa melodía que descubrí en los pesares de un llanto. Mi delicada fines auditiva no pudo resistirse a desentrañar este concierto natural. Los grandes maestro siempre supieron que la música que mas se siente es la que conmueve nuestros sentimientos mas terribles. Ahora estoy escuchando solo jarros y cucharas golpear contra una reja, de vez en cuando una gotera transforma el paisaje desolado de mi celda, algunos opinan que estoy loco, pero yo jamás podre olvidar el pintoresco espectáculo que deleite cuando ese infantil liquido rojo vibraba junto a las cuerda de mi piano, para luego salpicarme el rostro y las manos, y ese llanto… oh! ese llanto estremecía mis delicados odios.