No son muy comunes los eventos coincidentes, pero de vez en cuando suceden —decía el hombre, sentado en el interior de una gran tubería vieja de agua—. Si suceden siempre o de vez en cuando, siempre coincidirán con algo. Que es todo.
Todo está unido, en una inmensa telaraña de entroncados hilos que ciegan
la visión, nos encierran en un solitario y aparente vacio. Los hombres, hemos
querido entendernos toda la vida, pero esta tarea es realmente imposible,
naturalmente imposible, la vida se desvanece en una profunda nada, ocupando
todo su espacio al mismo tiempo. La existencia es hueca y al mismo tiempo es el
mismo hueco en sí.
—Quien determina eso?
—Dios—dijo el viejo.
—pero tú no crees en dios… todos dicen eso.
—es verdad no creo en él, ¿cómo voy a creer en él? Si su existencia es tan sublime y ligera como el agua fecundando los valles, como el sol vitalizando las plantas o como la razón que es tan magnánima y avergüenza a muchos hombres.
— ¿entonces existe?
—cuál es el afanoso imperativo de su existencia, debería ser indiferente para nosotros, ya que su existencia depende racionalmente de su no existencia. Es una disminución pensar en él, como él. Dios es como las matemáticas, tienen un principio y no un fin, ese principio por decirlo menos, es como un cero, que brotan de él los números positivos y negativos, materia, antimateria, día, noche, bien y mal. He ahí nuestra existencia, siendo probablemente un cuatro positivo o un quinientos cuarenta negativo, no importa, somos algo, ese algo que se mueve entre los numeros, como si camináramos sobre una regla y subimos y bajamos según nuestro antojo. Así es como sabemos que somos algo, un numero, un animal, un mundo, una galaxia, un universo. Sin esta referencia, nuestra existencia es vacua, limitada, ignorante. No llega nunca a la comprensión del cero. Ese cero que aun siendo cero, es “cero”, o para los demás números, es nada. ¿Qué es un cero? Si no es nada. Pero la nada es algo, ¿Cómo algo siendo nada, puede ser al mismo tiempo algo o simplemente puede “ser”? pues ahí esta Dios, siendo un “cero” que no es nada, pero al mismo tiempo es “algo” y de hecho ese “algo” es el inicio de todo.
¿Entonces Dios existe? —dijo el hombre.
—Sí y no, yo soy dios y ordeno que me ignores.
—estas siendo ruin conmigo, solo quiero saberlo todo, escuchar tu
voz y descifrarte.
—estas siendo natural, y en eso nos convertimos, en seres naturales,
nuestra artificialidad no viene del saber, sino del miedo, del peligro, la amenaza.
De dios como padre, como ayuda, como salvavidas, como ese “cero” siendo “todo”
y agobiándonos porque sigue siendo “nada”. Siendo miedo, como cuando entendemos
la nada. ¿Qué sensación más terrible puede soportar el hombre, al enfrentar la
desoladora percepción de la nada? La sola idea es abrumadora, y productora. La
nada engendra a la nada y esa nada, produce su opuesto, “algo” que sigue siendo
nada. El “cero” como te decía, es nuestro cero, pertenece a nuestro universo,
es padre nuestro que está en los cielos, en la tierra y en todo, absolutamente.
Pero este cero, no puede ser solamente eso, un cero y fin. Hagamos un
ejercicio, y coloquemos a nuestro adorado “cero”, dos comas más adelante, o
mucho mejor siete comas, y nuestro cero ocuparía el lugar del siete. Ahora
digamos que el siete se ha transformado en un “cero” y a partir de él han
nacido nuevamente, el uno, dos, tres, cuatro, etcétera. Positivos y así mismo
un uno, dos, tres, cuatro, etcétera negativos. ¿Pues qué ha pasado con la
anterior regla o numeración que teníamos?, simplemente ha sido desplazada, y
nuestro “cero” ha venido a ser siete, en la numeración de otro cero, que
contiene a nuestro cero como siete. ¿Cómo podemos así, explicar la existencia y
absoluta realidad de nuestro “cero” como creador de este universo? ¿Cómo “nuestro
cero” es único, si puede fácilmente estar dentro de otro y otro y otros muchos
ceros?, ¿Cómo podemos pensar, adorar y creer en un “cero” (“dios”) que
legítimamente es una nada, y siendo nada, es producto de la nada misma? ¿No es
acaso, volver a la “infinidad” como idea principal de todo lo existente? Siendo
así, los numero no tienen un inicio y un devenir infinito, sino que son
infinitos en toda instancia, y así mismo, nuestra realidad, nuestro Dios,
nuestra mente.
—nuestra mente es infinita, al igual que dios, eso prueba su
existencia, somos dios. —decía el hombre preocupado y presuntuosamente
absuelto.
Pues eres dios, cuando lo crees, así mismo dios solo existe cuando
creemos en él. ¿Cómo creer en dios sin creer en uno mismo? Pues vamos
hilvanando dioses, nuestro “cero”
nuestro Dios, el cero de nuestro cero, dios de nuestro dios, y así
infinitamente. Donde esta todo eso ¿en la realidad? ¿Fuera de nosotros hay un
grupo de dioses superiores entre ellos, más sabios y fecundos, más bondadosos o
malvados? Esa vieja suposición ya la hicieron otros como tu antes de ti. Pues
todo está en tu mente, ese pedazo de carne que piensa. Que ha encontrado el
secreto productor de la “nada” o de la creación de la idea de la nada, la idea
misma. Somos seres finitos que vivimos en un desierto nocturno, sin luna y
completamente desnudos, caminando a ciegas en completa y absoluta penumbra, el
miedo nos sienta en alguna parte y creamos un mundo dentro de nuestra cabeza,
ese mundo nos protege y nos alienta, ese mundo que se ha hecho infinito y que a
nacido de un “cero”, ese principal cero nuestro, que nos ha producido en siete
y ese siete se ha hecho cero. Ahí estas tu, siendo un “cero” que produce
números, lo opuesto a la nada, que algún día serán más “ceros”.
—soy un hombre que ha bajado de los cielos y me asumo como dios,
para luego saber que no soy nada, y vivo existiendo como una leve brisa
acariciando granos de arena.
Pues eres la brisa y la arena, un segundo perdido, un segundo que
jamás existió, pero necesita estar ahí. Perdido como estas, vacio por dentro al
entender la laguna existencial, necesitas ayuda. El desierto que creaste será
tu refugio. Muchos como tú caminaron por ahí, y sufrieron igual que tú, unos
antes y otros después, pero todos saben lo mismo; ya lo pensamos, no eres nuevo
y ahora que lo sabes, que esperas.
—Espero que todos lo sepan, que este vacío se extienda por la esfera
y llene nuestras almas en un solo corazón. —hablo la esperanza.
Me han dicho que no hable de ciertas cosas, que hay temas
intratables, cosas ponzoñosas que hieren al más leve rose, que son palabras con
filo y corto punzantes conceptos, que irritan la carne y envenenan el alma.
Pero sé que esta cachetada racional, librera a tu especie del murmullo
frustrante y constante del que no han podido salir.
No digamos nada de Dios, mientras Dios no diga nada…
(Escrito
el 8 de enero de 2014)
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